“Todo va bien”, me digo a mí misma, a un año de cuarentena y aislamiento poco forzoso en el Sur de la Florida. La mayoría de la población se está vacunando, comienza a vislumbrarse la posibilidad para reencontrarse en persona y hacer vida social “sin susto “e ir más allá de estar conectado a un zoom meeting o un celular que ya forma parte de tu cuerpo para poderte relacionar con otros. (nos tocará reaprender eso de saludarse cara a cara y sin filtro de Instagram por delante)
A estas alturas en abril del 2020, me lo estaba tomando como un break y poco a poco recobraba el disfrute de estar en casa. ¡Hasta cierta pena me dada mostrar cuan feliz me sentía! mientras muchos pasaban sus peores momentos o bien enfermando, o despidiendo traumáticamente a algunos de sus seres queridos. Yo me convencía de que era un momento de introspección mundial y acercamiento como humanidad que nos haría ser diferentes: más elevados espiritualmente, y agradecidos por lo que si valía la pena de estarlo. Volvía a retumbar en nuestros oídos el mensaje milenario que todos conocemos, aunque a veces se nos olvida, que la salud es el asset más importante comparado con cualquier otro bien material.
Cada mes me inventaba una buena razón para estar feliz con la familia y celebrar la vida, pasaron 6 meses, 9 meses y saltamos al 2021, para darme cuenta de que ya a finales de febrero comenzaba a arrastrar los pies para volver cada día a la cama, a dar vueltas como pollo rostizado sin dormir, después de una jornada diaria que se repite un día tras otro. ¡se me acabó la novedad del asunto! Había dejado el Prozac, y en marzo, dejando el orgullo a un lado, tocó volver a retomarlo.
Siempre he pensado que cuando a mí me programaron, instalaron en mi mente uno de esos softwares antiguos que quedaban por ahí de repele, y que de forma esporádica e intermitente permite que se generen algunos “security glitch” en el sistema. ¿Será que no me instalaron el antivirus?
Bueno, mientras tanto contamos con algunos paliativos: está el mundo ficticio de Instagram, las vidas complicadas de los personajes de las series de Netflix, (que te hacen ver tu vida color de rosa) o en extrema urgencia: los videos de gatitos en TikTok, o los rescates de animales en Facebook, todos haciendo su trabajo adormecedor.. ante la soledad y la frustración; por supuesto, también están el vino y para otros, el sexo (aunque en el momento histórico que YO me encuentro, dígase, premenopausia, ya no es lo primero, ni lo segundo, que me viene a la mente como repertorio de herramientas.. ) Esto es tema obligado para otro artículo..
¿Si siempre hemos sabido que el futuro es incierto, porque habremos de preocuparnos? ¿Será que a medida que avanzamos en edad, (para no decir que envejecemos) nos cuesta visualizar la belleza del porvenir? Glitch #1.
Después de unos cuantos meses de encierro con las mismas personas, comenzamos a preguntarnos ¿cuánto los queremos y aceptamos como son?, y ¿cuánto nos quieren y aceptan?. Glitch #2.
¿Estoy en el camino correcto hacia lograr mi propósito de vida? ¿Cual? ¿Como? ¿Donde? ¿Cuándo? ¿Será? ¿Y si es otro? Glitch # 3.
¿Todo lo que he hecho hasta ahora con mi vida, era lo que quería? ¿Qué falta? ¿Y por qué me siento que siempre falta algo? Glitch #4.
Solo para nombrar algunos de los que me vienen punzantes en la mente, que amargan mis días y me trastocan mis noches.
¿Cuándo nos tomamos un café para que me cuentes de tus Glitch?
Amé tus glitch y el café para sumar otros me encantaría. Qué tal un conversatorio? Ah por cierto, disfruto tu frescura al escribir.
Gracias1