Ojalá volvamos a la normalidad. ¿Cuál normalidad? ¿Trabajar 8 horas o más fuera de casa? ¿Manejar una hora para llegar y regresar del trabajo? ¿Empacar cualquier comida rápida en la lonchera de tus hijos y comer cualquier cosa que se te atraviese a la hora del almuerzo encima de tu escritorio, cuidando de no manchar ningún documento importante? Pretender que tu sentido en esta vida es cuidar los intereses económicos de otro, y luego llegar a casa sintiéndose vacía, suspirando porque otro día se te fue de las manos, y sin el menor ánimo de hacer nada más por ti, más que llegar a compartir el mismo espacio llamado casa con tus hijos, los cuales se encuentran conectados a su aparato electrónico y ¡solo levantan la cabeza para saludar!
Mientras tanto, el que es tu pareja, aunque a veces no lo sientas como tal, viaja fuera del país de lunes a viernes y regresa a casa como que lo hubieran agarrado a palo, oloroso a problemas de trabajo y aeropuerto, y se encierra en su cueva a descomprimirse, para salir de ella y llegar a la cama cuando yo ya estoy en el quinto sueño.
Los dos días que restan de la semana, queriendo aprovechar los minutos al máximo, no quiero estar en casa, quiero calle, o mejor naturaleza, me interesa ver “vida”, o sentirme viva, me cuesta decidir entre tantas actividades interesantes que te ofrece la ciudad pero siento a la vez el remordimiento de que no hemos compartido en el hogar, o no he cocinado comida saludable o lavado la ropa de la semana, y al final del día para distraerme, termino mirando series de televisión por horas! donde la vida de otros resulta más interesante que las mía.
También la normalidad para mi consistía en perder/usar de 3 a 4 horas de mi vida pegada al celular, leyendo filosofía 101 en Instagram o enterándome de la vida de los demás por Facebook, sin contar de las interminables “conversaciones personales” por WhatsApp con quienes no están a tu alrededor.
Ahora que lo escribo, mi normalidad denota muchas bendiciones juntas: trabajo, familia, casa, amigos, carro. No todos cuentan con eso, pero, a decir verdad, prefiero la extrañeza de la cuarentena, el sacudón que nos ha dado a la mayoria. Muchos se han resistido a reflexionar sobre sus vidas, y han preferido quedar colgados de la poca normalidad que queda; Otros valientes les ha tocado desnudarse y sucumbir a una revisión profunda del SER. ¿Quién fui, quien soy y quien seré? en este “new normal” cuyo momento presente se describe con las siglas en Inglés VUCA (Volátil, impredecible, complicado y ambiguo) 5 meses después de estar conviviendo con el enemigo invisible, y aun no doy con algunas de estas respuestas.
Este revuelo mundial nos ha traído la oportunidad de despertar de conciencia (el cual seguro tiene una connotación particular para cada uno). Es un tiempo donde se nos pide de manera casi obligatoria pensar en el otro, cuidarse para cuidar al prójimo, se nos ha estampado en la frente la realidad de que somos una sola raza, y que todos estamos pasando por las mismas vicisitudes. También nos ha confrontado con los planes que no se pueden llevar a cabo y con la idea de la muerte de cerquita, Sin embargo, como todo en la vida, una vez que pasa el tiempo, ya poco a poco nos vamos acostumbrando.
Mi OJALÁ es de cambio colectivo, crecimiento, valentía, de encontrarse a si mismo, de ser mejor humano, de dar un justo valor a lo que se tiene, y de seguir confiando en que JUNTOS estamos trabajando en un mejor mañana.
Muy bueno Adela, tienes sobrado talento para reflexionar y transmitirlo.
Excelente … me engancho de principio a fin ….reflejas lo que muchos vivimos y sentimos a diario en blanco y negro .. y nos abres una puerta para la reflexión y el aprendizaje … Agradecida
Gracias por tu comentario, me alegra que te haya gustado y te veas reflejada..